La situación continua y permanente de crisis política y social por la que atraviesa el Perú, viene adquiriendo dimensiones de caos; los múltiples desafíos que emergen día a día, afectan estructuralmente las condiciones de estabilidad del país, haciendo totalmente inviable cualquier solución de “consenso”, “de apertura”, “de tolerancia” o de “equidad e igualdad”, todo ello en torno a la visión progresista; o soluciones de “cuerdas separadas entre economía y política”, “o de desprendimiento”, o de “unidad nacional”, en términos liberales.
Ante la evidente inutilidad de dichos conceptos, solo resaltan las tradicionalmente fracasadas narrativas absurdas del socialismo marxista revolucionario de “lucha de clases”, “odio de clase”, “justicia social y equidad”, o de “democracia participativa”; todo ello envuelto en una narrativa de odio, resentimiento y que promueve la violencia social. Todas esas soluciones solo apuntan a encubrir la intención de utilizar los recursos del Estado para beneficios de grupo o de personas en las más elaboradas formas de corrupción que alimentan día a día el caos nacional.
El resurgimiento de caudillismos locales es otro de los peligros latentes. Históricamente, el caudillismo ha sido una característica distintiva en América Latina, y su reaparición en Perú podría debilitar aún más las instituciones democráticas y exacerbar la fragmentación social. La ausencia de un liderazgo cohesivo y comprometido con el fortalecimiento institucional facilita que figuras autoritarias busquen constituirse en opciones valederas a costa de la libertad misma.
Los riesgos asociados están a simple vista reflejados en la realidad latinoamericana, desde países evidentemente fragmentados y absorbidos por el crimen organizado, los regímenes autoritarios que generan caos y pobreza, los regímenes “multiculturales” en colapso económico o los progresistas que se hunden en la insignificancia y el caos interno por los incesantes micro conflictos en la estructura de su sociedad.
Estas tendencias se fortalecen ante la ausencia de políticos que presenten una real y decidida propuesta para insistir en el proceso de formación del Estado nacional Peruano, que tenga como base la defensa de la voluntad de continuar siendo peruanos como una proyección de los esfuerzos y sacrificios históricos de nuestros padres y ante pasados, peruanos que sean forjadores de su propio destino, que construyan su familia, su trabajo su seguridad y del derecho al uso de sus recursos naturales sin imposición de agendas globalistas, extranjeras o ideológicas que solo traen división, conflicto, violencia y fracaso social.
La necesidad de un liderazgo firme y decidido se vuelve, por tanto, imperativa para guiar a Perú en estos tiempos de caos e incertidumbre; un nuevo liderazgo dispuesto a tomar medidas proactivas, valientes y decididas a que aseguren la estabilidad a largo plazo, fortalezcan sus instituciones y apunte en forma concreta a satisfacer las demandas y preocupaciones de toda la sociedad.
Un liderazgo firme, con profundo sentido común patriótico, es hoy la única alternativa.
2 respuestas
Bastante interesenate sus reflexiones, quisiera por favor hacer dos preguntas en relación a su publicación. ¿Cómo equilibra un gobernante firme la toma de decisiones con la necesidad de consenso y participación ciudadana. Y de qué manera puede mantener la firmeza sin ignorar las voces y necesidades del pueblo?
Totalmente de acuerdo, sin embargo la contaminación llega a niveles de gobierno local incluso donde hacer lo políticamente correcto se superpone a el cumplimiento de la Ley o hacerla cumplir, que es lo mismo. Una nación donde los lideres politicos anteponen sus ambiciones personales al bien común esta condenada a una Guerra Civil donde el resultado es inimaginable.