La corrupción tiene diferentes dimensiones; puede ser política cuando vulnera los principios éticos de la esencia de su función y los ignora o remplaza por los beneficios materiales y temporales del poder; puede ser económica cuando se cambia el objetivo de éxito financiero del proyecto por uno de beneficio temporal o de grupo; puede ser burocrática, policial, militar, judicial, magisterial, en fin ocupa todo el espectro de la actividad humana.
Pero cuando la corrupción envuelve y supera los niveles más altos de las instituciones del poder, de la justicia o de las organizaciones, que supuestamente existente para velar por la seguridad, por los derechos ciudadanos y se descubre su accionar corrupto, los actores de la corrupción dejan de lado el mundo de las tinieblas en el cual crecieron y se desarrollaron, para exponerse públicamente en una mascarada teatral de pulcritud que nadie cree y muchos repudian.
Esta semana el Ministro de Interior, estrechamente vinculado a gestiones anteriores, enfrentado en una guerra política contra el Ministerio Público, la Policía, las ONG y un sector de la prensa, realiza una gravísima denuncia sobre una unidad de investigación policial (DIVIAC) por gastos reservados por más de 72 millones de soles sin justificación razonable y hasta contable.
Este no es un caso menor, ya que implica a la DIVIAC en investigaciones selectivas de carácter político durante diferentes gestiones ministeriales y con un claro enfoque ideológico, gastos reservados sin justificación o fraguados, desviación de fondos de otras entidades, vínculos políticos con el Ministerio Público, relaciones turbias con las ONG e incluso con prensa relacionadas con cooperación internacional.
Esta situación era desde hace mucho un secreto a voces… fondos millonarios sin supervisión disfrazados de “fondos de inteligencia” que han venido sosteniendo una policía política con una red de accionar corrupto. Hoy sale a la luz dentro de una guerra entre todos organizaciones y personajes involucrados entre sí. Las denuncias sobre la DIVIAC han desatado una guerra civil entre los actores más importantes de la corrupción política del Perú de los últimos años.
En este teatro de la corrupción, las ONG escriben el guion, el Ministerio Público dirige la obra, la DIVIAC persigue con su mazo a los políticos y presidentes disfrazados de payasos, la prensa encargada de la publicidad tiene a cargo la boletería, la función está llena de ciudadanos y personas que rechazan la obra pero es la única que existe en la política; mientras tanto la corrupción de los poderes fácticos nacionales e internacionales sonríe maquiavélicamente.
La obra no resiste otra temporada, mientras el público aburrido y hastiado comienza a escuchar las voces de quienes plantean incendiar el teatro de la corrupción.